Había sonado demasiado ahogado, a pesar de que había intentado de que no se notase.
Fue entonces cuando sin poder evitarlo comencé a llorar desconsolada, limpiando de vez en cuando mis lágrimas con la sudadera de Harry, que en ese momento la llevaba puesta, necesitaba sentirle cerca y sólo con su olor podría conseguirlo. Sabía que llevarla encima me hacía daño, ¿pero qué podía hacer? Me dolía tanto que por una tontería le hubiese perdido... Tomé aire entre los sollozos.
-Es mi vida- Añadí tragándome el orgullo de una vez por todas.
-Deberías olvidarte de él, sólo consigue hacerte daño, y tú no mereces sufrir por un idiota. Ya encontrarás a otro chico mejor que él, que te quiera y te valore- Trató de ayudarme Sara, añadiendo un suave abrazo.
Todo lo que ella hiciese en ese momento era demasiado poco, pues no iba a ayudarme, yo sólo le quería a él. Estaba rota, y esas simples palabras no cambiarían nada, ni si quiera mi forma de pensar.
-Pero es que tú no lo entiendes Sara. Él lo es todo para mi, y está con otra chica, tratándola de la misma forma de la que me trataba a mi.
Necesito que me mime, que me busque cuando me enfade y que me convenza a cosquillas para que vuelva, que cuando algo no esté bien me diga que todo se pondrá bien. Que me diga que soy a la única persona que ama, y que nadie podrá separarnos nunca. Pero ha ocurrido, alguien se interpuso en nuestros caminos- Fui bajando la mirada poco a poco, dolida y desilusionada.
-Y ahora no me queda nada de él. Esto me puede, y yo no quiero seguir así, se me quitan las ganas de vivir.- Comencé a llorar de nuevo angustiada.
-Todo pasa tarde o temprano Andrea. Y yo no dejaré que hagas una tontería que te cueste la vida, y menos por un chico. Vamos a salir juntas de esto. Los chicos son así, un día están enamorados de una y al día siguiente de otra. Como ya te he dicho en más de una vez; La vida es una serie de pruebas, hoy te toca esto y mañana algo peor. Hay veces que son muy duras y no tienes opción a cambiarlas, pero otras sólo pasajeras.-
-Él me amaba tanto... ¿Cómo pudo ocurrir? Él me quiere, pero no quiere admitirlo.- Respondí segura de mi misma.
-¿Cuántas veces ha perdido el orgullo por ti? Y no solo el orgullo, si no también su dignidad. ¿Por qué no iba a volverlo a hacer?- Dijo seria.
Ambas llevábamos una parte de razón. Él si me quería, pero estaba cansado. Cansado de tantas discusiones y celos, que siempre tuviese que buscarme, de mis llantos.
Pasados varios días Sara se presentó en mi casa, al abrir la puerta besó mis mejillas. Nada había cambiado. Se sentó en el sillón, dejándose caer bruscamente.
-¿Qué tal estás?- Preguntó dando un suspiro,
Me limité a responderle un 'bien'. Me preguntó que si lo había superado un poco más, a lo que yo negué con la cabeza.
-Deberías hablar con él, si no nada cambiará.-
Yo asentí con la cabeza y me quedé en silencio varios segundos.
-Lo haré, pero necesito tomarme mi tiempo, tengo que pensar cómo pasará todo.-
-Las cosas cuando se planean salen mal, solo debes dejarte llevar... Decirle lo que sientes, y ya está, así que vamos, mueve el culo. Le buscaremos y cuando le encontremos me iré, para que hables tranquilamente con él.-
Así lo hicimos, fuimos a buscarle. Se encontraba en el parque, sólo. Se entretenía echándole de comer a las palomas sentado en un banco.
Me acerqué a paso ligero y firme. En mi cabeza lo había planeado todo, a pesar de que mi mejor amiga me dijo que no era buena idea.
Me senté a su lado y di un largo suspiro, esperé varios segundos y me lancé.
-Harry, necesito hablar contigo-
No dijo nada, me miró con sus ojos inocentes y asintió levemente con la cabeza.
-Sé que ha pasado varios días desde todo esto, desde esa última discusión.- Mi voz comenzaba a temblar, y yo luchaba para que las lágrimas no saliesen de mis ojos. Por eso decidí soltarlo todo de una vez. -Me he dado cuenta de qué te necesito más que a nada en este mundo, de que sin tí no soy nada. Soy un puzle incompleto en el que solo tú puedes acabarlo, necesito que volvamos a ser como antes, de que vuelvas a amarme. ¿Me querías verdad?- Dije antes de lanzarme a su pecho, escondiendo mi cabeza en él llorando.
Apretó los labios y me miró a los ojos.
-Todavía te quiero.- Dijo ilusionándome por completo pero en varios segundos consiguió romperme aquellas débiles esperanzas. -Me estoy cansado, y no quiero volver al mismo juego Andrea, no, no puedo, lo siento muchísimo pequeña.-
Me sentía destrozada, había vuelto a rechazarme, y eso me sentaba como una puñalada directa al corazón. Me levanté rápidamente salí corriendo hacia al bosque, llorando como era de esperar. Cuando llegué al bosque me dejé caer sobre un viejo árbol destartalado y lleno de cicatrices. Me había dejado caer como si debajo de mi hubiese un abismo que nunca acabase. Qué dolorosa sensación, nunca se lo hubiese deseado a nadie.
Sara estuvo apoyándome durante varias semanas más, pero la cuarta semana no apareció, tampoco me cogió el teléfono. ¿Y sabéis lo peor? Nunca más volví a saber nada de ella. Aunque todo mejoró a la semana siguiente.
Recibí una llamada de Harry, diciéndome que quería hablar conmigo. Me inquietaba. Pero entonces tocó a la puerta.
Entró de forma seria y se acomodó en el sofá. Me senté en el sofá del frente, temblando.
-Ha pasado demasiado tiempo,solo quería ver como te encontrabas, pero al oír tu voz has removido mis sentimientos.- Dijo arqueando levemente una ceja. -Bueno, no exactamente.- Trató de rectificar nervioso. Había momentos en los que le costaba expresarse. -El caso es que me he dado cuenta de que te extraño, de que te necesito, y si quieres te propongo una cosa. ¿Por qué no lo volvemos a intentar? No perdemos nada.-
Me quedé atónita en ese momento. Tenía una mezcla de furia y de ilusión. Pero la furia me ganó.
-¡¿Cómo te atreves a decirme eso ahora, idiota? Después de tanto daño causado, de que me dejaste desilusionada y rota tanto tiempo, sin recibir un sólo mensaje tuyo- Le grité desesperada y llorando abalanzándome sobre él, golpeándole en la espalda.
-Para ya, no quiero que te hagas daño.- Dijo mientras aguantaba mis manos.
-Harry, lo siento...- Dije tratándo de tranquilizarme -Necesito estar contigo.- Me abrazó a lo que le correspondí. Tras unos minutos le miré a los ojos.
-¿Qué has hecho todo este tiempo?- Pregunté sentándome en sus piernas y jugueteando con mis manos en su cuello.
-¿Estás celosa? ¿Piensas que he estado con otras chicas o qué?-
Asentí con la cabeza desafiante, y él mordió mi nariz.
-Pues no idiota, no he estado con nadie, he pensado en ti durante todo este tiempo, así que te has equivocado, ahora dime, ¿y tú qué?.-
-He estado destrozada, pensando en ti cada minuto. Debo confesarte algo, y no es malo... Cada noche he dormido con tu sudadera imaginando que has estado a mi lado todo este tiempo, sintiendo tu olor.- Se notó cierto rubor en mis mejillas.
-¿En serio? Eres demasiado mona, como para no quererte.-
Reí de forma tonta, y le abracé, besé suavemente sus labios.
Él era el chico más dulce que había conocido, su sonrisa de niño pequeño, sus ojos inocentes, sus rizos... Y le adoraba, me encantaba como me hacía sentir la mejor persona del mundo entero.
Durante varios meses todo seguía genial. Íbamos al cine, los domingos de invierno nos entreteníamos con una película en el salón, y cuando estábamos cansados comenzábamos a jugar, él me hacía enfadar y bromeaba conmigo, al igual que yo con él, pedíamos una pizza y dormíamos abrazados.
Un lunes por la mañana me desperté con vómitos. Él preocupado estuvo cuidándome todo el tiempo posible. A los días, al ver que no mejoraba fuimos al médico. Le explicamos todo lo que pasaba, y entonces él respondió, 'Enhorabuena, en nueve meses nacerá una nueva criatura' Me sentía ilusionada, al igual que él. Fuimos comprando todas las cosas para el bebé, y planeando que nombre le pondríamos.
¿Pero sabéis qué? Nada de esto había ocurrido. Todo había sido parte de mi imaginación. Él jamás volvió, me obsesioné cuando él me dejó y lo que realmente me hizo enfermar fue la pérdida de mi amiga, pues al poco tiempo me enteré de que había muerto en un accidente de tráfico. Me había obsesionado, y casi vuelto loca, había imaginado todo lo que hubiese hecho con él. ¿Pero sabéis qué es lo peor? Que cuando me di cuenta de esto era demasiado tarde. Estaba apunto de morir, pálida como la nieve y con anorexia. Había dejado de comer, no comía, vivía para pensar e imaginar. Al menos me había llevado una bonita historia al cajón donde descansaría el resto de mi vida.
Carmen Gracia Villegas. 3ºA
-Pero es que tú no lo entiendes Sara. Él lo es todo para mi, y está con otra chica, tratándola de la misma forma de la que me trataba a mi.
Necesito que me mime, que me busque cuando me enfade y que me convenza a cosquillas para que vuelva, que cuando algo no esté bien me diga que todo se pondrá bien. Que me diga que soy a la única persona que ama, y que nadie podrá separarnos nunca. Pero ha ocurrido, alguien se interpuso en nuestros caminos- Fui bajando la mirada poco a poco, dolida y desilusionada.
-Y ahora no me queda nada de él. Esto me puede, y yo no quiero seguir así, se me quitan las ganas de vivir.- Comencé a llorar de nuevo angustiada.
-Todo pasa tarde o temprano Andrea. Y yo no dejaré que hagas una tontería que te cueste la vida, y menos por un chico. Vamos a salir juntas de esto. Los chicos son así, un día están enamorados de una y al día siguiente de otra. Como ya te he dicho en más de una vez; La vida es una serie de pruebas, hoy te toca esto y mañana algo peor. Hay veces que son muy duras y no tienes opción a cambiarlas, pero otras sólo pasajeras.-
-Él me amaba tanto... ¿Cómo pudo ocurrir? Él me quiere, pero no quiere admitirlo.- Respondí segura de mi misma.
-¿Cuántas veces ha perdido el orgullo por ti? Y no solo el orgullo, si no también su dignidad. ¿Por qué no iba a volverlo a hacer?- Dijo seria.
Ambas llevábamos una parte de razón. Él si me quería, pero estaba cansado. Cansado de tantas discusiones y celos, que siempre tuviese que buscarme, de mis llantos.
Pasados varios días Sara se presentó en mi casa, al abrir la puerta besó mis mejillas. Nada había cambiado. Se sentó en el sillón, dejándose caer bruscamente.
-¿Qué tal estás?- Preguntó dando un suspiro,
Me limité a responderle un 'bien'. Me preguntó que si lo había superado un poco más, a lo que yo negué con la cabeza.
-Deberías hablar con él, si no nada cambiará.-
Yo asentí con la cabeza y me quedé en silencio varios segundos.
-Lo haré, pero necesito tomarme mi tiempo, tengo que pensar cómo pasará todo.-
-Las cosas cuando se planean salen mal, solo debes dejarte llevar... Decirle lo que sientes, y ya está, así que vamos, mueve el culo. Le buscaremos y cuando le encontremos me iré, para que hables tranquilamente con él.-
Así lo hicimos, fuimos a buscarle. Se encontraba en el parque, sólo. Se entretenía echándole de comer a las palomas sentado en un banco.
Me acerqué a paso ligero y firme. En mi cabeza lo había planeado todo, a pesar de que mi mejor amiga me dijo que no era buena idea.
Me senté a su lado y di un largo suspiro, esperé varios segundos y me lancé.
-Harry, necesito hablar contigo-
No dijo nada, me miró con sus ojos inocentes y asintió levemente con la cabeza.
-Sé que ha pasado varios días desde todo esto, desde esa última discusión.- Mi voz comenzaba a temblar, y yo luchaba para que las lágrimas no saliesen de mis ojos. Por eso decidí soltarlo todo de una vez. -Me he dado cuenta de qué te necesito más que a nada en este mundo, de que sin tí no soy nada. Soy un puzle incompleto en el que solo tú puedes acabarlo, necesito que volvamos a ser como antes, de que vuelvas a amarme. ¿Me querías verdad?- Dije antes de lanzarme a su pecho, escondiendo mi cabeza en él llorando.
Apretó los labios y me miró a los ojos.
-Todavía te quiero.- Dijo ilusionándome por completo pero en varios segundos consiguió romperme aquellas débiles esperanzas. -Me estoy cansado, y no quiero volver al mismo juego Andrea, no, no puedo, lo siento muchísimo pequeña.-
Me sentía destrozada, había vuelto a rechazarme, y eso me sentaba como una puñalada directa al corazón. Me levanté rápidamente salí corriendo hacia al bosque, llorando como era de esperar. Cuando llegué al bosque me dejé caer sobre un viejo árbol destartalado y lleno de cicatrices. Me había dejado caer como si debajo de mi hubiese un abismo que nunca acabase. Qué dolorosa sensación, nunca se lo hubiese deseado a nadie.
Sara estuvo apoyándome durante varias semanas más, pero la cuarta semana no apareció, tampoco me cogió el teléfono. ¿Y sabéis lo peor? Nunca más volví a saber nada de ella. Aunque todo mejoró a la semana siguiente.
Recibí una llamada de Harry, diciéndome que quería hablar conmigo. Me inquietaba. Pero entonces tocó a la puerta.
Entró de forma seria y se acomodó en el sofá. Me senté en el sofá del frente, temblando.
-Ha pasado demasiado tiempo,solo quería ver como te encontrabas, pero al oír tu voz has removido mis sentimientos.- Dijo arqueando levemente una ceja. -Bueno, no exactamente.- Trató de rectificar nervioso. Había momentos en los que le costaba expresarse. -El caso es que me he dado cuenta de que te extraño, de que te necesito, y si quieres te propongo una cosa. ¿Por qué no lo volvemos a intentar? No perdemos nada.-
Me quedé atónita en ese momento. Tenía una mezcla de furia y de ilusión. Pero la furia me ganó.
-¡¿Cómo te atreves a decirme eso ahora, idiota? Después de tanto daño causado, de que me dejaste desilusionada y rota tanto tiempo, sin recibir un sólo mensaje tuyo- Le grité desesperada y llorando abalanzándome sobre él, golpeándole en la espalda.
-Para ya, no quiero que te hagas daño.- Dijo mientras aguantaba mis manos.
-Harry, lo siento...- Dije tratándo de tranquilizarme -Necesito estar contigo.- Me abrazó a lo que le correspondí. Tras unos minutos le miré a los ojos.
-¿Qué has hecho todo este tiempo?- Pregunté sentándome en sus piernas y jugueteando con mis manos en su cuello.
-¿Estás celosa? ¿Piensas que he estado con otras chicas o qué?-
Asentí con la cabeza desafiante, y él mordió mi nariz.
-Pues no idiota, no he estado con nadie, he pensado en ti durante todo este tiempo, así que te has equivocado, ahora dime, ¿y tú qué?.-
-He estado destrozada, pensando en ti cada minuto. Debo confesarte algo, y no es malo... Cada noche he dormido con tu sudadera imaginando que has estado a mi lado todo este tiempo, sintiendo tu olor.- Se notó cierto rubor en mis mejillas.
-¿En serio? Eres demasiado mona, como para no quererte.-
Reí de forma tonta, y le abracé, besé suavemente sus labios.
Él era el chico más dulce que había conocido, su sonrisa de niño pequeño, sus ojos inocentes, sus rizos... Y le adoraba, me encantaba como me hacía sentir la mejor persona del mundo entero.
Durante varios meses todo seguía genial. Íbamos al cine, los domingos de invierno nos entreteníamos con una película en el salón, y cuando estábamos cansados comenzábamos a jugar, él me hacía enfadar y bromeaba conmigo, al igual que yo con él, pedíamos una pizza y dormíamos abrazados.
Un lunes por la mañana me desperté con vómitos. Él preocupado estuvo cuidándome todo el tiempo posible. A los días, al ver que no mejoraba fuimos al médico. Le explicamos todo lo que pasaba, y entonces él respondió, 'Enhorabuena, en nueve meses nacerá una nueva criatura' Me sentía ilusionada, al igual que él. Fuimos comprando todas las cosas para el bebé, y planeando que nombre le pondríamos.
¿Pero sabéis qué? Nada de esto había ocurrido. Todo había sido parte de mi imaginación. Él jamás volvió, me obsesioné cuando él me dejó y lo que realmente me hizo enfermar fue la pérdida de mi amiga, pues al poco tiempo me enteré de que había muerto en un accidente de tráfico. Me había obsesionado, y casi vuelto loca, había imaginado todo lo que hubiese hecho con él. ¿Pero sabéis qué es lo peor? Que cuando me di cuenta de esto era demasiado tarde. Estaba apunto de morir, pálida como la nieve y con anorexia. Había dejado de comer, no comía, vivía para pensar e imaginar. Al menos me había llevado una bonita historia al cajón donde descansaría el resto de mi vida.
Carmen Gracia Villegas. 3ºA
No hay comentarios:
Publicar un comentario